El otro día finalicé la novela que me habían recomendado. La vida breve del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti. Fue largo de leer. Y a diferencia de la mayoría de opiniones que recolecté y de quienes me recomendaron leer este libro, no me agradó en sobremanera. Esto no quiere decir que no sea un libro para recomendar. De hecho, no todos los gustos son palabra sagrada en cuanto a la literatura ya que hay que embarcarse en ella, pues de seguro tiene un camino diferente para cada uno. Además Onetti es un escritor de diez puntos. La única crítica de estilo que me ha cansado un poco en muchos auntores es el ir de una historia a otra. Me pierde. Algo sí para disfrutar, es el uso de adjetivos y las descripciones en sí durante el desarrollo de la historia.
La vida breve (1950) es una larga novela en la que no sólo se cuenta la vida novelesca de un novelista, Juan María Brausen, sino la novela o el guión cinematográfico que escribe, la crónica que hace durante el relato que Onetti hace de su vida y que llega a confundirse con ella, trascendiéndola. El personaje central es un introspectivo publicista que vive con su esposa Gertrudis, quien ha perdido un seno por culpa de un cáncer, en medio de una intimidad y realidad de mutuo desamor. Al ser cesado de su trabajo, incapaz de enfrentar la nueva situación cae en una serie de fantasías, o argumentos, tratando de dar sentido a la confusión: unas veces es Arce, que vive con una prostituta y vende drogas en las calles, o el médico cínico Díaz Grey, para quien Brausen inventa un amor con la joven Elena Sala y un infaltable escenario: un puerto de río llamado Santa María. De esa manera Brausen lleva a cabo su batalla contra el anonimato, queriendo vivir y morir sin memoria.
Este concepto de inventarse vidas nuevas, fantasías nuevas para escapar de la realidad, es algo que no sólo se repite en la literatura sino que se vive a diario en la realidad de muchas personas. Y para ser sinceros quién no ha soñado con poder vivir la vida de otra persona sin admitirse uno más en este mundo inentendible con un delirio de polaridad. Yo por mi lado siempre he querido ser alguien más. Siempre fantaseo con ello. Es algo inevitable en el proceso de conocerse a uno mismo y de a ratos quedarse solo con uno mismo, darse cuenta que tal vez uno no es la persona que le gustaría ser. Y si no somos tan duchos como para inventarnos una realidad mejor, podemos pedir prestados ciertos libros, ciertos personajes e imaginar que vivimos sus vidas.
Un libro para leer no con los ojos bien abiertos, pero con la imaginación "abierta".
lunes, 28 de diciembre de 2009
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